sábado, 1 de septiembre de 2012

Le tengo miedo a la oscuridad

Le tengo miedo a la oscuridad
Anónimo



      Todos los días, después del colegio, Rafael juega con sus amigos en la plaza. Pero apenas comienza a oscurecer, se despide y se va su casa.

-¿Te aburriste de jugar? – le pregunta todos los día su papá, cuando le ve entrar a la casa.

- No, es que… es que… estoy cansado – contesta siempre.

Pero el papá sabe con exactitud lo que le pasa. A Rafael le da miedo la oscuridad. Todas las noches, antes de quedarse dormido, le pide que deje encendida la luz de su velador. Él ha tratado de hablarle acerca de este temor, pero Rafael no quiere confesarlo, no quiere que nadie se entere.

El Papá está preocupado.

Pero los amigos de Rafael también están preocupados, no les gusta que se vaya “tan temprano”. Rubén es el más enojado, pues cree que es el papá de Rafael el culpable.

-          Yo voy a ir a hablar con él- dice muy decidido.

-          ¿Y por qué no vamos todos?- propone Carlitos.

-          ¿Y si nos reta? – pregunto asustado Jorge.

-          Primero tenemos que hablar con Rafael, hay que saber que es lo que le pasa- Dijo acertadamente, Flavio.

Al otro día, cuando Rafael llegó a la plaza, lo primero que hicieron fue preguntarle:

-¿Por qué te vas tan temprano a tu casa?

- Rafael se sorprendió y no supo qué contestar; pensó mentirles y culpar a su papá… pero justo Claudio dijo:

- A mí me da un poco de susto cuando oscurece, quizás no deberíamos jugar hasta tarde.

Rafael se sintió salvado por su amigo, pero, al mismo tiempo, reconfortado por que había encontrado una persona que –al igual que él- le tenía miedo a la oscuridad.

Los niños se olvidaron de la respuesta de Rafael y se preocuparon de Claudio.

Le dijeron que al estar todos juntos se protegerían y que no tenía que sentirse así, y se fueron todos a jugar. Pero Rafael se sentía extraño, quería conversar con Claudio para saber si el miedo que él sentía era igual que el suyo.

A la salida del colegio, Rafael pidió permiso a su papá y fue a la casa de Claudio; quería hablar con él.

En el living de la casa y mientras se tomaban un jugo, Claudio le comentó:

-          Mi mamá dice que cuando uno tiene un sentimiento bueno o malo hay que contarlo a las personas importantes, así nos sentimos acompañados.

-          Yo no le he contado a nadie que me da miedo la oscuridad –confesó Rafael-.

-          Pero me lo estás contando a mí, es un gran paso – dijo Claudio, haciendo sentir mucho mejor a Rafael.

Esa tarde Rafael no fue a jugar a la plaza, se quedó en la casa y le dijo a su papá:

-Papito, yo le tengo miedo a la oscuridad.

-¡Qué bueno me lo cuentas! – Le dijo su Papá- Cuando yo era niño, me asustaban mucho los perros. Pero un día se lo conté a mi mamá (a tu abuelita) y desde entonces se me fue quitando de apoco.

-En serio, yo creí que a ti no te daba miedo nada, y por eso me daba vergüenza contártelo.

- Pero ya ves, me lo has contado y además ahora también sabes que a mi también me daban miedo algunas cosas. Para que se te quite ese miedo yo te ayudare, pero debes prometerme, que cundo tengas miedo de algo o algún problema confiaras en mi, y así lo solucionaremos juntos.

- Bueno, lo prometo.

Ahora todas las tardes cuando Rafael juega con sus amigos, Su papá se sienta en la plaza a leer; así todos se sienten más seguros. Y EN LA NOCHE, ANTES DE QUEDARSE DORMIDO, Rafael dice “Buenas Noches” y apaga la luz de su velador.

Fin

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