Winnie Pooh
Alan Alexander Milne
Paseando Por el bosque, Winnie llegó a un claro donde crecía un gran roble, alrededor de cuya copa zumbaban las abejas. Tras mucho pensar (a Winnie le cuesta bastante trabajo) decidió que donde había abejas había miel, y la miel era lo que más le gustaba en este mundo. Así es que se puso a trepar y trepar, y cuando ya casi la tenía al alcance de la mano, la rama que le sostenía se rompió y cayó sobre un montón de zarzas.
Winnie se puso a pensar de nuevo y esta
vez creyó haber encontrado una solución brillante,
así es que se fue en busca de su amigo Cristóbal Robin para que le prestara su
globo azul. Atado al globo llegaría hasta el panal de miel. Estaba seguro que
las abejas confundirían el globo con el cielo, y a él mismo, bien manchado de
barro, con una nube. La idea no hubiera sido mala si hubiera salido bien; pero
las abejas pincharon el globo y el osito cayó a tierra nuevamente.
Tras su fracaso, Winnie fue a visitar a su
amigo Conejo. Sabía que en su casa siempre había dos o tres tarros
de miel y estaba seguro de que le invitaría a tomar un poquito. Metió la cabeza
por la entrada de la madriguera de Conejo y preguntó si estaba en casa; a pesar
de las negativas de Conejo que decía que se había marchado, Winnie entró, y por
cortesía Conejo no tuvo más remedio que invitarle a tomar un poco de
miel.
Pero como cuando de miel se trata el osito no se harta nunca, no pasó
mucho tiempo antes de que acabara con todas las reservas que había en la
madriguera.
El problema estuvo a la hora
de marcharse. Había engordado tanto que quedó atascado en la entrada de la
madriguera, con la mitad del cuerpo dentro y la otra mitad fuera. Conejo corrió
en busca de Cristóbal para que les ayudara a salir.
Fue imposible
desatascarlo, así es que Cristóbal Robin decidió que no había otro remedio que
esperar a que adelgazara. Winnie permanecería allí
hasta entonces, con la prohibición absoluta de tomar nada de alimento.
Los amigos acudían a visitarle
y le entretenían con sus historias, pese a que Winnie tan sólo pensaba en que
alguien le diera algo de comer; pero Cristóbal lo había prohibido y nadie se
atrevía a desobedecer. Para que no pasara frío por las noches, Lechoncito le ató
un pañuelo a la cabeza y se despidió hasta el día siguiente.
Los días pasaron. Conejo empujaba a Winnie
de cuando en cuando para comprobar si había adelgazado lo suficiente y ya podia dejarle su entrada libre. Por fin llegó el
momento de sacar al oso de su prisión. Llegó Cristóbal tocando el tambor al
frente del cortejo de quienes intentarían la proeza: allí marchaban Cangu,
Ro, Conejo, Topo, Búho y el burrito Igore.
Alan Alexander Milne
Paseando Por el bosque, Winnie llegó a un claro donde crecía un gran roble, alrededor de cuya copa zumbaban las abejas. Tras mucho pensar (a Winnie le cuesta bastante trabajo) decidió que donde había abejas había miel, y la miel era lo que más le gustaba en este mundo. Así es que se puso a trepar y trepar, y cuando ya casi la tenía al alcance de la mano, la rama que le sostenía se rompió y cayó sobre un montón de zarzas.
-
- Fin
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