El secreto
de Dios
Patricio Ortega
Como era costumbre
Jimena y su abuela Matilde asistían a la misa del domingo muy temprano. Jimena
que ahora tenia 11 años integraba un pequeño grupo de niños que se preparaban
para hacer su primera comunión en aquella pequeña capilla.
Todos los niños de
aquella comunidad eran muy creyentes puesto que sus padres y abuelos también lo
eran.
A diferencia de
otras capillas e iglesias de las comunidades aledañas, en esta comunidad
existía la costumbre que luego de que el padre de la parroquia entregara su
sermón, un miembro de la comunidad era escogido por el padre para comentar
algún acontecimiento importante que le hubiera ocurrido durante la semana, pero
siempre que tuviera relación con el amor, la familia y la fe.
Cuando el sermón
termino todos esperaban con ansias el nombre de la mujer, hombre o niño que el padre escogiera.
¡Jimena Faundez!,
anuncio el padre, seguidamente se escucho un aplauso de los creyentes y se vio
a la niña levantarse del asiento mientras su abuela le besaba la mejilla.
Cuando la niña ya
esta en el estrado, tímidamente dijo; ¡Hola!, mi nombre es Jimena, muchos ya me
conocen y debo decir que me alegra mucho haber sido escogida, puesto que esta
semana he tenido un sueño muy lindo, en donde pude hablar con Dios, si, así es;
Dios, pero no el que vemos en las fotografías o el que cuelga en los rosarios,
sino aquel que vive del amor y la fe que los niños entregamos.
En mi sueño, yo
caminaba por un caminito de piedras amarillas y celestes, en un lado del camino
se encontraba una flecha roja que decía vida y en la esquina opuesta un circulo
que decía vicio, me acerque para mirar mas de cerca el circulo puesto que tenia
muchos colores, pero cuando lo quise tocar, una voz suave me detuvo, me gire
rápidamente y vi a un niño junto a mi, lo mire detenidamente y el me sonrió,
para después decir; lo que hagas siempre hazlo porque sea bueno y no porque sea
lindo o divertido, una falsa alegría te puede quitar la alegría verdadera.
¿A que te refieres?
, le pregunte, y el me contesto; un niño no tiene derecho a sufrir
voluntariamente, puesto que son la felicidad del mundo, si tocas el vicio, es
permitirle a la pena entrar antes de tiempo.
Yo me di vuelta para
mirar el circulo otra vez, pero ya no estaba y me sorprendió mucho el mirar
ahora a una niña igual que yo frente a mi; no te asustes, me dijo, puesto que
yo soy tu y también soy Dios. No comprenderás del todo lo que te diré pero es
mejor que lo sepas, al crecer muchos olvidan que fueron niños y por eso también
se olvidan de mí.
¿Cómo?, no entiendo
le dije. Mi secreto, me dijo ella.
Soy Dios, el que ama
y cuida, y soy niño el que ríe y calma.
A veces soy hombre
para dar protección y fuerza, y a veces soy mujer para dar calor y
conocimiento.
Fue entonces cuando
desperté, y entendí, que el gran secreto de nuestro Dios, es que , su amor lo
divide en miles, y cae dentro de nosotros al nacer, pero que se extingue en
quienes lo quieren dejar ir.
Fin
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