El ultimo color de la naturaleza
Anónimo
Al principio de los tiempos todos los pájaros eran de color
marrón, sólo se diferenciaban en el nombre y la forma. Pero sintieron envidia
de los colores de las flores y decidieron que llamarían a la Madre Naturaleza
para que les cambiara de color. Ella estuvo de acuerdo, pero les puso una
condición: tendrían que pensar muy bien el color que cada uno quería porque
solamente podrían cambiar una vez.
La encargada de comunicar la noticia por todo el planeta fue
el Águila:
—Aviso a todos los pájaros. Reunión con la Madre Naturaleza
para cambiar de color la próxima semana en el Claro del Bosque —gritaba
mientras volaba.
Los pájaros pasaron una semana muy nerviosos, pensando cuál
sería el color que iban a elegir. Llegado el gran día, todos se reunieron muy
alborotados alrededor de la Madre Naturaleza. La primera que se decidió fue la
Urraca:
— Quiero ser negra con algunas plumas de tono azul cuando
les dé el sol, blanco el pecho y blanca la punta de las alas.
La Madre tomó su paleta y la coloreó, mientras el resto de
los pájaros comentaban lo elegantes que eran los colores elegidos por la
Urraca.
El Periquito fue el siguiente en elegir:
—Yo quiero manchas blancas, azules y amarillas por todo el
cuerpo. Todos estuvieron de acuerdo en que esos colores le favorecían mucho.
El Pavo Real se acercó contorneándose y con su voz chillona
pidió:
—Para mi hermosa cola quiero colores que se vean desde muy
lejos: azules, verdes, amarillos, rojos y dorados.
Los demás pájaros sonrieron ya que conocían lo presumido que
era el Pavo Real.
El Canario se acercó veloz:
—Como me gusta mucho la luz, quiero parecerme a un rayo de
sol. Píntame de amarillo.
El Loro llegó chillando:
—Para que el resto de los animales me puedan ver, quiero que
me pongas los colores más llamativos de tu paleta.
Todos pensaron que era muy atrevido al elegir esos colores,
pero el Loro se alejó muy contento.
Poco a poco, el resto de los pájaros fueron pasando por las
manos de la Madre Naturaleza.
Cuando los colores de la paleta se habían acabado y los
pájaros lucían orgullosos sus nuevos vestidos, ella recogió sus utensilios de
pintura y se dispuso a volver a su hogar. Pero de repente una voz le hizo
volver la cabeza. Por el camino venía corriendo un pequeño Gorrión:
—Espera, espera, por favor —gritaba—, todavía falto yo.
Estaba muy lejos y he tardado mucho tiempo en llegar volando. Yo también quiero
cambiar de color.
La Madre Naturaleza le miró apenada:
—Ya no quedan colores en mi paleta.
—Bueno, no pasa nada —dijo el Gorrión tristemente mientras se
alejaba cabizbajo por el camino—, de todas formas el color marrón tampoco está
tan mal.
—Espera —gritó la Madre Naturaleza—, he encontrado una
pequeña gota de color amarillo en mi paleta.
El Gorrión se acercó corriendo muy contento. La Madre
Naturaleza mojó su pincel en la gota y agachándose tiernamente le pintó una
pequeñísima mancha en la comisura del pico.
Por eso, si te fijas
detenidamente en los gorriones, podrás descubrir el último color que la Madre
Naturaleza utilizó para colorear a todas las aves del mundo.
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