La llave de sol
Patricio Ortega Ortega.
-Pablito, ¿Por qué
no va a jugar al jardín? – dijo Andrea la mamá de pablo
-No quiero, no me
agradan los niños que juegan ahí. Dijo Pablo muy enojado.
-Pero si no los
conoces hijito, ¿Cómo sabes que son pesados?
-Por que si mamá,
ellos son diferentes y me caen mal.
Esa era siempre la
respuesta que Pablo le daba a su mamá para no ir a jugar. Pero la verdad es que
le asustaba el jugar con otros niños, porque creía que nos les agradaría. Así
que mejor no lo intentaría.
Pero un día, tocaron
a la puerta - ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
Pablo Miro por la
cerradura que tenía un agujero muy grande y vio a una niña a fuera de su
puerta. Como no la conocía no quiso abrir y grito ¡No hay nadie!
A la niña le dio
mucha risa porque era lógico que alguien estuviera en la casa, o si no quien
gritaría.
La niña dijo, Tiene
que haber alguien porque escuche tu voz.
Pero Pablo volvió a
decir - ¡No hay nadie!
Y la niña otra vez
se río. Y así estuvieron mucho rato.
En un momento Pablo
escucho que alguien subía por la escalera del pasillo, y tenia razón, era su
mamá quien llegaba.
¡Hola Sol! ¿Qué
haces aquí a fuera? – pregunto la mamá de Pablo a la niña, al parecer la
conocía y eso sorprendió mucho al niño.
¡Hola señora Andrea!
Vengo a buscar a Pablo, pero al parecer no esta, solo hay una voz que grita ¡no
hay nadie!.
A la mamá de Pablo
le dio risa escuchar eso y le dijo: ese es Pablo, pero como yo no le dije que
lo vendrías a buscar, no te abrió la puerta, a demás no se conocen.
Andrea abrió la
puerta y frente a ella encontró a Pablo que la miraba, ¡Hola Hijo!, tienes
visita, ella se llama Marisol, es nueva en el edificio, y viene a invitarte a
jugar.
Pablo se asusto
mucho por la presencia de esa niña y solo pudo decir; ¡Hola!, y Sol también le
dijo; ¡Hola! Y lo tomo de una mano y se lo llevo corriendo hasta el jardín del edificio. Ahí estaban los otros
niños que vivían en el edificio, Sol se acercó a ellos para presentarse y Pablo
iba de su mano, los niños pensaron que ambos eran nuevos puesto que a Pablo
tampoco lo conocían, pero de todos modos los recibieron con mucho cariño. Fue
así como Sol y Pablo jugaron con sus
vecinos en el jardín. Pablo perdió el miedo y entendió que aunque a veces tenemos un poco de temor por las cosas
nuevas, siempre es bueno probarlas para saber si nos gustan o no, y no
juzgar a los demás sin conocerlos.
Desde aquel día Sol
y Pablo se hicieron muy amigos y él para demostrarle su cariño le regalo una
llave que guardaba en una cajita, para que ella entrara a su casa cuando
quisiera, puesto que ahora eran buenos amigos.
Fin.
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