Mi mejor aliado
Patricio Ortega.
En plena calle un
hombre se quejaba de aquel bravo perro que acompañaba al joven de gafas
oscuras.
¡Maldito animal! ,
gritaba.
Todos los
transeúntes se detuvieron a mirarlo, pero nadie decía nada.
De pronto un policía
llego a la escena y aunque ya sabía lo que sucedía pregunto sínicamente; ¿Qué
es lo que ocurre aquí? ¿De quien es ese perro? Mientras tanto el culpable perro
miraba plenamente al policía.
De pronto se
escucho; es mio señor, se llama Taru. Respondió un joven de gafas oscuras.
¿Taru?, ¡ja! Debería
llamarse bestia, maldito animal, me mordió el brazo.
Pero ni el perro, ni
el joven, ni el policía respondieron al ataque.
Todos los
transeúntes veían la escena detenidamente.
Finalmente el Joven
hablo; mi perro no es maldito, ni bestia, ni nada parecido. Es el amigo mas
fiel que tengo, es Manzo y amable, usted señor sabe bien lo que hacia, sus ojos
lo saben, los míos no, porque Dios me ha intercambiado la vista por la vida, y
creo que es un justo trato.
El hombre no fue
capaz de hablar, pero si agacho la cabeza. De inmediato el policía comprendió
lo sucedido y tomo detenido al humillado ladrón, que ahora se veía encarcelado
por la una ves perdida conciencia.
Todos vieron lo que
ocurría con el policía y el ladrón, mas el joven y su perro marchaban entre la
multitud, porque no tenían al castigo de ver la maldad ajena.
Fin
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